viernes, 27 de noviembre de 2009

EL DEBUT DEL CHICO TATUADO (RELATOS COMPLETOS 1998-2009), David González


Este mes también estamos preparando la edición del tercer volumen de Azotes MecanográficosEl debut del chico tatuado, una colección de relatos del poeta David González. Estos relatos, a excepción de una inédito que incluimos en esta edición, han sido publicados de forma conjunta a los poemas, es decir, entremezclándose con ellos. Aquí os dejamos la portada y un dos relatos, uno de ellos el que da nombre al libro.


BIBLIOGRAFÍA DE DAVID GONZÁLEZ (Poesía)

Loser. Bartleby Editores, Madrid, 2009; El demonio te coma las orejas [1997 – 2008] Glayiu Editorial, Asturias, 2008; En las tierras de Goliat. Ediciones Baile del Sol, Tenerife, Islas Canarias, 2008; Algo  que declarar. Bartleby Editores, Madrid, 2007; Reza lo que sepas. Editorial Eclipsados, Zaragoza, 2006; El amor ya no es contemporáneo (poemas y relatos 1997-2005). Ediciones Baile del Sol, Tenerife, Islas Canarias, 2005; Tango azul. Editorial de la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, 2005; Hasta los paranoicos tienen enemigos. Ediciones La Tapadera y Alternativa Antimilitarista-MOC Valencia, Valencia, 2004; Anda, hombre, levántate de ti. Bartleby Editores, Madrid, 2004; El hombre de las suelas de viento (Poemas africanos de Arthur R.). Editorial Germanía, Alzira, Valencia, 2003; La carretera roja. Editorial CELYA, Salamanca, 2002; Sembrando hogueras. Bartleby Editores, Madrid, 2001; Dass dir der teufel die ohren auffrisst (El demonio te coma las orejas). Ediciones Ropynol, Siegen, Alemania, 2000. Traducción al alemán: Kostas Tanakas; Sparrings. Línea de Fuego, Asturias, 2000; Los mundos marginados (poemas de la cárcel). Ediciones Mañana es arte: www.babab.com : Madrid, 2000; Ley de vida. DVD Ediciones, Barcelona, 1998; El demonio te coma las orejas. Asociación Cultural Crecida, Ayamonte, Huelva, 1997; Nebraska no sirve para nada. Ediciones Peña Tú, Gijón, 1995; Ojo de buey, cuchillo y tijera. Edición de autor, Gijón, 1993.

 


EL DEBUT DEL CHICO TATUADO

Entré en la oficina del maestro de perfiles a recoger el sobre que contenía el resultado del reconocimiento médico-laboral que me habían efectuado en los servicios médicos de la empresa quince días antes.

 

SE ACONSEJA ACUDIR A SU MÉDICO DE CABECERA CON ESTOS ANÁLISIS.

Acudí.

En la sala de espera, dos mujeres daban la lengua:

- ¿Cuánto has adelgazado? -preguntó una.

- Veintiséis kilos -respondió la otra.

- Estás más guapa así.

Oí mi nombre y mis apellidos. Entré en la consulta, me senté, dije:

- He adelgazado nueve kilos en menos de un año.

- Me vas a hacer análisis de sangre y orina.

 

- ¿Y tú a qué lo achacas? -me preguntó, unos días después, el médico, el mismo.

- A los nervios -le dije.

- ¿Así que tú crees que la causa son los nervios?

- Sí- le dije -. Eso creo. Sí.

- Veamos -dijo.

Pulsó uno de los botones de su interfono:

- ¿Están por ahí los resultados de la analítica practicada a David González?

Estaban. Se los trajeron. Les echó un vistazo por encima.

- Diabetes -me dijo-. Esa, y no otra, es la causa del adelgazamiento.

- ¿Y eso tiene cura? -le pregunté.

- La diabetes es una enfermedad crónica -me contestó.

- ¿Y tendrá que pincharse insulina? -le preguntó la mujer que antepone mis necesidades a las suyas.

- Si no hubiera indicios de acetona, quizá no.

- ¿Pero cuál es la relación de la acetona con la diabetes? -le preguntó ella.

- Cuando aparece acetona significa que la insulina que produce el páncreas no trabaja bien -le dijo el médico-. No depura el azúcar explicó. Entonces, el organismo sustituye esa insulina por otra sustancia, la grasa por ejemplo. De ahí que David haya adelgazado tanto- terminó.

Luego me preguntó:

- ¿Hay antecedentes de diabetes en tu familia?

- Que yo sepa no -le respondí-. Aunque mi madre se puso insulina durante mi embarazo.

- Te voy a preparar un volante para que vayas mañana al hospital -me dijo-. Vas por urgencias.

El bolígrafo con el que garabateaba, de madera, tenía su nombre grabado, en letras doradas, en la pestaña de acero inoxidable.

- ¿Fumas? -me preguntó.

- Sí.

- ¿Cuánto?

- Dos cajetillas al día.

- ¿Fumas porros?

- Alguno, sí. Pero pocos.

- ¿Alguna otra droga?

La realidad era mi droga, recuerdo que decía Cyril Collard.

- ¿El alcohol cuenta?

- Sí.

- Pues entonces alcohol también.

- ¿Y aparte del alcohol?

- A veces esnifo farlopa?

- ¿Cocaína?

- Sí.

- ¿Qué cantidad?

- No sé…Tres o cuatro rayas los fines de semana.

¿Pero a quién pretendías engañar, tío? ¿Al médico o a ti mismo? Sabías de sobra que era raro el finde que bajabas de los dos o tres gramos.

El médico me miró, como si pensara: y qué más.

- Y pastis.

- ¿Éxtasis?

- Sí. En alguna fiesta.

- ¿Tus padres viven?

- Sí - aún no les había matado a disgustos.

- ¿Tienes alguna enfermedad?

- Diabetes - le vacilé.

Levantó los ojos de la mesa, me miró.

- Aparte - me dijo.

- No.

Me firmó el parte de la baja laboral.

- Y no te preocupes -me dijo-. Podrás seguir haciendo una vida normal (ya) y podrás seguir trabajando (sí, también).

Salimos de la consulta, del ambulatorio, y subimos al coche (porque de aquella aún tenía coche). No alcanzaba a comprender todavía, a imaginar siquiera, si finalmente se confirmaba, la importancia de lo que el médico de cabecera acababa de decirme. La gravedad de la dolencia que me había diagnosticado. Ni cómo afectaría a mi vida y a la de todos aquellos con quienes la compartía, en especial a la de la mujer que se desvive por mí.

- ¿Avisaré a mi madre? - le pregunté.

- Espera a mañana -me dijo-. Espera a ver qué pasa mañana, qué te dicen. No la dejes preocupada.

Cuando le di a la llave de contacto, las lágrimas arrancaron a la primera.

- Tranquilo -me dijo ella acariciándome la espalda con ternura-. Tranquilo –repitió-. Deja de llorar. No llores más. Ahora ya sabemos por qué eres tan dulce.

 

A las nueve en punto de la mañana entregué el volante en la ventanilla de admisión de urgencias del hospital.

Un celador me acompañó hasta una habitación minimalista: una cama diminuta, un armario metálico y una mesa.

- Quítate toda la ropa, menos los calzoncillos, y métela en esa bolsa.

Una bolsa de plástico, como las de la basura, del mismo color.

- Y ponte este camisón.

No sabía cómo se ponía, así que terminé por ponérmelo del revés. Me dejaba al descubierto los tatuajes del pecho: una paloma con una hoja de laurel en el pico y un revólver del calibre cuarenta y cinco.

Entró una enfermera, reparó en los tatuajes.

- ¿Tiene ganas de orinar el chico tatuado? - me preguntó.

- No muchas, la verdad.

- Entonces me veré obligada a ponerte la sonda - dijo.

- De repente me han entrado unas ganas tremendas - dije.

Entró una mujer, médico, endocrino, joven, guapa, saludable. La paloma, en su vuelo, le pasó raspando la cara. El revólver la encañonó.

- ¿Dónde te hiciste eso? - me preguntó.

Es mejor, siempre que sea posible, decir la verdad.

- En la cárcel -le dije.

- ¿Y por qué fuiste allí? -quiso saber.

- Por malo.

- ¿Y estuviste mucho tiempo?

- Tres años.

Entró otra vez la enfermera.

- Vamos a hacerle un electro al chico tatuado - dijo.

Entonces, de repente, reparé en las uñas de mis pies. Con las prisas, los nervios, el madrugón, me había olvidado de cortarlas. Me daba vergüenza, mucha vergüenza, que la enfermera pudiera llegar a pensar que yo era un marrano. La sábana no alcanzaba a taparme los pies. Estaban largas, mis uñas, tan largas que hubiera podido enroscarlas sin ningún problema a los barrotes que había a los pies de la cama. Sin embargo, la enfermera no pareció darse cuenta, o ya estaba acostumbrada, y mi cuerpo se transformó, en apenas unos instantes, en un amasijo de cables, pinzas y parches.

La habitación no tenía puerta. Cortinas. Estaban descorridas. Observé lo que sucedía en el interior del cuarto número seis. Exploraban a una paciente, una chica joven, pelirroja, con aspecto de yonqui. Llevaba puestas unas bragas y un sujetador, a juego con el color de su piel, el blanco. El adjetivo delgado se quedaría corto si me viese en la tesitura de tener que hacer una descripción de su cuerpo. Pero si tuviese que describirlo, diría que estaba consumido. Igual que su rostro. Los pómulos sobresalían tanto que parecían nudillos. Los ojos, en un intento desesperado por escapar de la invasión a que estaba siendo sometida su intimidad, se detuvieron, por unos segundos, en los míos, reconociéndolos, aceptándolos. Su mirada lo decía todo: En manos de extraños, tío, así acabamos. En manos de extraños.

Entró un médico. Se fijó en las tres cicatrices del antebrazo, del siniestro. Puso cara de asco. Pero era humano, el endocrino, sentía curiosidad.

- ¿Y eso? -me preguntó-. ¿Te cortaste?

- Me lo hice en la cárcel con la hoja de una maquinilla de afeitar - le contesté.

- Así que te diste a la mala vida, ¿eh?

- Algo parecido, sí.

- Pues ahora ya se te acabó - dijo, con satisfacción.

Me acordé de Hubert Selby Jr, el escritor estadounidense, de algo que dijo, o escribió: La luna de miel se ha terminado.

- Tienes diabetes de debut, diabetes insulinodependiente -me dijo el medico-. ¿Has venido con alguien? Vamos a dejarte aquí.

En manos de extraños, pensé, y volví la vista hacia el cuarto número seis, pero en el cuarto número seis no había nadie. La chica con aspecto de yonqui, la pelirroja, ya no estaba. Se la habían llevado.

FRÍO EN LOS ALREDEDORES DE LA PALABRA, Vicente Ponce



La colección Azotes Mecanográficos, nuestra colección dedicada a los libros de bolsillo, ha sufrido un cambio en su apariencia. Hemos ampliado el formato a 23 x 14 cm, y hemos cambiado la estructura de la portada. El nº2 de esta colección es Frío en los alrededores de la palabra, de Vicente Ponce, entre otras cosas, profesor de Teoría del Arte y de Historia y Teoría del Cine Moderno en la Facultad de Bellas Artes de Valencia. Ha publicado los libros de poemas Instrucciones para mirar el silencio (Ediciones A/Z, Valencia, 1999), Incendios del tiempo (Vértigos de luz, Valencia, 2002) y Hojas de aire cubren esa cólera (UPV, Valencia, 2005).

En otros ámbitos, cabe destacar que Vicente Ponce ha escrito ensayos y críticas cinematográficas para publicaciones especializadas como Contracampo o Archivos de la Filmoteca, publicación esta última que fundó y dirigió en sus comienzos. Colabora, también esporádicamente, con artículos de intervención político-cultural en el diario El País (Valencia) y lo hizo con artículos de crítica literaria en Quimera o El Diario de Valencia y de crítica artística en Cimal. Ha sido editor de diversos libros: Pere Portabella pres al camp de batalla (1981), Diversas miradas sobre el cine negro (1986), Acerca del melodrama (1986), Sierra de Teruel, cincuenta años de Esperanza (1989) o El aprendizaje del tiempo (1995). Ha escrito, además de en varios de los citados, en algunos otros como El cine de José Isbert (1984), Tabula Rasa (Jenaro Talens, 1985), Los años que conmovieron al cinema (las rupturas del 68) (1988) o Diccionario del Cine Español.

Nosotros recomendamos vivamente la lectura de Vicente Ponce en cualquiera de sus facetas, y para ello os mostramos un par de poemas de Frío en los alrededores de la palabra.






VIOLENCIAS DEL SIERVO INERME

 


Nadie sabe lo que puede un cuerpo

Baruch Spinoza/Gilles Deleuze&Otros

 

 

es el cuerpo el resultado de siglos pero el naufragio es reciente. La tormenta impuso al fin su fuerza y tuvimos que pactar las pautas sur la route qui plonge au loin. Los cuerpos a la deriva,  la confusión de miembros y latidos, agitaron sus orificios en una letanía imperfecta cual nudo de murmullos sin ruido. La noche fue breve, aunque estuve acechándote siempre y el cielo cedió sin molestarnos. El cuerpo acumula escritura, signos y siglos, pero el naufragio terminó en los músculos a(r)mados, en las zonas carnosas del cuchillo que calla, en un verbo de aire cuyo rumor no respira aunque respiremos juntos, en el centro mismo de nuestras calculadas sevicias, en la memoria desolada de unos ojos que ya no se abren, en el silencio de sabernos perdidos. El cuerpo tiembla en su júbilo, sus juegos te reconocen y es el resultado no de muchos siglos, sino de un segundo tibio y eterno si tú sigues cerca…





LA CALIGRAFÍA DEL EXTRANJERO 


 a) La longitud de la cuerda

 

                                                                           

Yo tuve lo que ya pierdo

Carilda Oliver Labra



Y con tus ojos me ayudas

a ver lo que antes no vi

a cerrar la mano de mi delirio

apagando en tu mano los tilos

que brotaron al frío olor de la tormenta

Tu cuerpo y también la tragedia

la inspiración reencontrada

aquella tardía fiebre de primavera

la desesperación como oleaje

siempre embravecido de silencios

Y tus ojos en ese tiempo sin historia

enmudecen el  llanto del mirlo

o se apagan en los juncos…

pero entonces temo, temblando,

haberlo perdido todo



 

b) Suplicio del sujeto (pasivo) de la enunciación

                                                    

  Largo se hace el día a quien no ama

 y él lo sabe

Claudio Rodríguez



Desierto de los cuerpos

que se engañan juntos sin saberlo

en la infame mañana de ese día

rehenes de un fuego que se extingue

 

Nadie los verá porque a la Nada

dirigen sus gestos vacíos

Nadie reconocerá esos pasos

incapaces de escribirse en la arena

Indignación por una vida rodeada

de silencio cuando tantas voces esperan

 

Desierta crueldad del cuchillo

que hiere ese maldito día

ante una pantalla abierta que era pesadilla

para quien vio morir todos los años transcurridos


jueves, 26 de noviembre de 2009

LAS ARTES DE LO IMPOSIBLE, Jorge Riechmann





Dentro de un mes aproximadamente saldrá a la venta el quinto volumen de la colección Manuscritos, volumen dedicado a Jorge Riechmann que estamos preparando. Se trata de Las artes de lo imposible, dieciocho poemas acompañados por la serie fotográfica Las ruinas vivas, realizada por el propio Riechmann. Puesto que ambas series son independientes, hemos decidido editarlas por separado, en dos libros. Aquí os dejo las portadas de ambos libros, un poema original (manuscrito y recitado) y una foto. De este volumen vamos a hacer 150 copias, todas ellas firmadas y numeradas. Para los poemas, serigrafiados manualmente, hemos usado un papel artesanal Meirat de 300gr, hecho a medida, de lino; y para las fotos papel offset semimate de 250gr. Ambos libros van presentados en un estuche forrado con tela y serigrafiado, y acompañados por un CD con los poemas recitados por Jorge Riechmann.

Esperamos poder hacer una presentación del libro en alguna de las librerías de Valencia, ya os avisaremos.




                                                                          Portada de Las artes de lo imopsible


Poema nº5






Portada de Las ruinas vivas




Fotografía nº3